Instrucciones básicas o al menos era eso lo que a mi cerebro le parecían. ¿En serio quería instruirme? La resaca era demasiado punzante para distinguir sus intenciones. Hablaba a una velocidad considerable, bastante como para verme incapacitada para contestarle con un "de acuerdo" o un "sí, señor".
Aquella botella de tequila me dio la idea de contrarrestar la recasa con ella, pensamiento inútil. Aun así, la abrí y bebí un trago que hizo arder a mi desgastada garganta.
Sus labios seguían moviéndose como en un baile en el que no conseguían encontrar el ritmo adecuado. Hacía mucho que había dejado de escucharle.
Procedía a tomar otro trago cuando el decidió que no necesitaba hablar más, apartó la botella de mis labios y saboreó lo que quedaba de tequila en ellos.
La instrucción teórica había finalizado.
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